Wendy Figueroa, el autocuidado y su poder para dar refugio a mujeres
La directora de la Red Nacional de Refugios contó cómo acompaña a mujeres cuya integridad peligra y cómo gestiona emocionalmente sus historias de vida para lograrlo.
CIUDAD DE MÉXICO. A Wendy Figueroa se le puede ver en un escenario frente a un micrófono o en un noticiario por televisión, exigiendo que la violencia contra las mujeres sea atendida con políticas públicas eficaces; o liderando algún evento de recaudación de fondos para la operación de refugios que han salvado la vida de miles de mujeres, o platicando con sobrevivientes de violencia de género que intentan abrir un proceso judicial. No obstante, su faceta de autocuidado a la que se obliga para ser capaz de cuidar a otras mujeres, es quizá de lo que menos habla.
En sus más de 20 años de trayectoria en la defensa de los derechos de las mujeres, Wendy ha ocupado varios espacios y en todos ha tenido que enfrentarse a un sistema patriarcal que agrede una y otra vez a las mujeres y las deja siempre en desventaja.
En entrevista con Dalia Empower, el movimiento de educación continua enfocado en life skills (habilidades blandas) y equidad de género, la psicóloga de profesión contó que el feminismo llegó a ella cuando cursaba la universidad. En ese entonces, formó parte de un proyecto realizado en la Sierra de Hidalgo que consistía en conversar con mujeres del área acerca de sus derechos. El proyecto duró una semana y el diálogo abordó las violencias, discriminaciones y desigualdades que vivían, al igual que temas tabú como la sexualidad.
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Una vez egresada de la universidad, inició su trayectoria profesional en Fundación Telmex y en Locatel. Esos lugares de trabajo le permitieron conocer muchos casos de violencia contra las mujeres y tomar conciencia sobre la importancia de erradicarla. No obstante, varios cambios administrativos la dejaron lejos de la contención para personas en crisis y le fue restringido el tiempo en línea telefónica con las personas. Entonces, se percató que esa labor ya no era lo que deseaba hacer.
Planeó ejercer su profesión en la práctica privada, pero pronto se dio cuenta que el tema de la violencia contra las mujeres parecía seguirla de uno u otro modo, hasta que recibió la invitación de incorporarse como psicóloga a un refugio para víctimas de violencia de género. Así conoció por primera vez un espacio de esa naturaleza. Por increíble que parezca, hasta antes de ese momento no sabía nada sobre la existencia de esos lugares, pero no era la única. Se trataba de un tema poco conocido y abordado, incluso por la misma legislación.
Hoy, tras un largo trayecto profesional al interior de la Red Nacional de Refugios, Wendy Figueroa es la directora nacional de esa organización de espacios operados por la sociedad civil (y algunos por entidades gubernamentales), que constituyen un lugar seguro para mujeres que viven situaciones de violencia, así como para sus hijas e hijos.
“En la formación [de carrera] no te hablaban de los Refugios, ni siquiera existía la Ley General de Acceso [de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia]; la Ley surge en el 2007. Cuando se habla de los refugios, sabía por el acompañamiento de las situaciones de violencia que vivían las mujeres, pero nunca me imaginé que la violencia machista llevara a que las mujeres huyeran de su hogar”, narró.
Desde la red, le ha tocado acompañar a mujeres que necesitan estos espacios; pugnar por que el Gobierno Federal no recorte los recursos públicos que se les asigna cada año como parte del presupuesto público y hasta exigir la entrega de montos atrasados, como es el caso de dinero correspondiente al ejercicio 2022, cuya entrega fue rezagada por más de medio año y puso en riesgo a usuarios de refugios.
Cuidarse para tener el poder de cuidar
Pero no es fácil atestiguar, de primera mano, las historias de tantas mujeres que han vivido violencia. Caso tras caso, Wendy ha presenciado cómo el sistema social, económico, judicial, machista lleva a las mujeres a huir de sus hogares -que deberían ser, en principio, sitios seguros- para manterse con vida e, incluso, para salvaguardar la integridad de sus hijas e hijos.
Esto representa para una persona defensora de derechos humanos, encarar emociones como la ira, la frustración, la tristeza y hasta la desesperanza. Es su día a día. Wendy lo sabe y por ello cuidar de sí misma es una práctica fundamental que se fijó desde el inicio de su carrera profesional. Ella lo tiene claro: es una obligación reconocer y cuidar los sentimientos y la humanidad de las propias personas defensoras.
“Cuando justo empiezas a trabajar con el tema de violencia que te trastoca, si bien son historias distintas, pues todas las mujeres hemos vivido violencia por el hecho de ser mujeres en distinta magnitud, entonces pues bueno, eso también te mueve porque eres humana”, expresó la directora de la Red Nacional de Refugios.
“Estás frente a un trabajo que no puede ser efectivo y mucho menos feminista si tú tampoco te cuidas. Entonces empiezas a crear acciones muy puntuales [para ellas y para ti misma] con un proceso terapéutico feminista”, explicó.
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Parte del autocuidado, describió, es comprender que todas las mujeres tienen vivencias propias y únicas, así como herramientas útiles que también pueden enseñar a otras, de tal manera que quede muy claro que se trata de un proceso en el que se les acompaña, pero no se les salva.
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“Aprender de las mujeres, eso me ha ayudado muchísimo. Parte de mi autocuidado es aprender y reconocer que las mujeres a quienes se acompaña son sujetas de derecho y que ellas son las expertas en su vida. Eso me ha ayudado muchísimo. No querer tomar decisiones por ellas y no replicar estos conceptos patriarcales o estas historias o este discurso que escuchamos de ‘mis mujeres’. O sea, no son nuestras mujeres; son independientes. El saber que estamos en un trabajo conjunto; que ella aporta sus saberes, su experiencia; ella es la protagonista de su historia y que yo voy a aportar mis conocimientos desde el feminismo y la psicología, y eso también es una parte indispensable en el autocuidado”, sentenció.
Saber frenar también es una habilidad crucial para protegerse. En principio, reconocer en qué momento no se tiene ya la suficiente fuerza para seguir acompañando; cuando se está llegando a un desgaste insostenible. Y entonces decir 'basta', 'hasta aquí'.
Celebrar los pequeños logros
Una mujer víctima de violencia que habita un refugio y es capaz de comenzar a manifestar que cierta comida que le sirven no le gusta, es una mujer que ya puede expresar lo que quiere, siente y necesita, y eso indica que está funcionando el trabajo de empoderamiento que se ha hecho con ella, de acuerdo con Wendy.
Se trata de apenas un logro, pero son logros pequeños que Wendy celebra tanto como celebra una marea violeta que inunda las calles; una mujer que se acerca a ella para decirle que ya conoce más sobre las violencias gracias a las labores de concientización que su equipo organiza. Todo es importante para la mujer que por años se ha dedicado a ayudar a que las víctimas de violencia no terminen siendo parte de los 11 feminicidios diarios que se registran en México de manera oficial.
“Estás generando comunidad, y que después de cada tertulia feminista alguna joven o alguna mujer de la tercera edad se acerque y te diga: Ahora sé que puedo alzar la voz y que no estuvo mal lo que dije; gracias, o sea, es gracias a ti, por estar aquí, por permitirte. Es algo que no se puede describir y creo que justo es cada cada cambio que ves o cada decisión que toma alguien que está a tu lado [...] que después de siete o 10 años te escriba ahí, en redes sociales, y te diga: Yo estuve en el refugio donde tú estuviste y gracias porque me dijiste tal frase_,_ dices: Bueno, estoy sembrando agencia, semillitas, y es bello. Porque todas en general hacemos este sembradío de semillas, [del] que a veces no nos damos cuenta”, afirmó.
Una de esas semillas de cambio que ella sembró fue justamente la que germinó en su propia madre, quien ahora la acompaña a las marchas feministas y se emociona cada vez que prepara sus prendas de color morado para salira a las calles. No obstante, para su familia no ha sido sencillo que ella se dedique a defender y salvaguardar a mujeres. A la sombra siempre les acecha el temor porque habitan un país donde, es de concimiento público, defender derechos humanos es una profesión de alto riesgo.
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