¿Sana o delgada? Aprende la diferencia y abraza tu cuerpo
Los hábitos de vida saludables y la talla no tienen una relación tan directa como crees, y vivir a dieta puede, de hecho, dañarte.
CIUDAD DE MÉXICO. Tener salud no es algo exclusivo de los cuerpos delgados. En realidad, cualquier cuerpo puede mejorar su salud con una alimentación saludable y ejercicio, sin importar su tamaño.
Raquel Lobatón, nutrióloga que promueve la salud para todas las tallas, habló con Dalia News+Media sobre los mitos, creencias y errores que rodean a la alimentación, la delgadez, la gordura y la salud.
Un cuerpo delgado puede estar enfermo
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el concepto de salud como un “estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”.
En otras palabras, la salud es integral y no se refiere solo a lo que pasa en el cuerpo. En este contexto, es imposible saber si una persona está sana o no solo con ver el tamaño de su cuerpo.
Si solo pensáramos en la salud metabólica, glucosa, triglicéridos, colesterol y presión arterial, tampoco se puede asumir que un cuerpo delgado está sano o que uno gordo está enfermo, explica la especialista.
“Hay personas en pesos altos que están metabólicamente sanas; así como hay personas delgadas que tienen este tipo de enfermedades metabólicas. Si la gordura fuera la causa de estas enfermedades, solo existirían en personas gordas y no hay una sola enfermedad que les dé solo a las personas de cuerpo grande o de talle grande”, puntualiza.
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¿Todos están diseñados para ser delgados?
Una vez aclarado el punto, podrías comenzar a preguntarte qué quieres: ¿Estar sana o solo estar más delgada?
“Porque no es lo mismo. Esta creencia de que la salud solamente existe en cuerpos delgados ha llevado a nuestra sociedad a obsesionarse con la delgadez. El interés de las personas por adelgazar raramente es motivado por la salud. La mayoría de las veces lo que se busca es la aceptación social porque vivimos en una cultura que estigmatiza la gordura, que discrimina a las personas que viven en cuerpos grandes, a las personas gordas”, señala.
Pero no solo eso, Lobatón explica que hay muchas personas para quienes alcanzar la delgadez es simplemente imposible debido a que sus cuerpos y metabolismos no están diseñados para ser delgados, sin importar cuánto lo intenten. Sin embargo, pueden ser saludables.
“Lo que hablamos es que queremos salud y fomentamos hábitos de salud. Pero esos hábitos no necesariamente nos van a llevar a adelgazar. Y esta falsa creencia de que hay que estar delgado para estar saludable ha sido la excusa perfecta para perpetuar la gordofobia”.
Paremos la fobia a engordar
Seguramente has escuchado comentarios como: “está gorda porque es floja” o “voy a salir rodando de la cuarentena”. Esas expresiones están llenas de prejuicios y son abiertamente gordofóbicos, menciona la especialista.
“La gordofobia tiene matices. Es el miedo irracional a engordar. Creemos que es lo peor que nos puede pasar en la vida. También es el rechazo y el desprecio hacia personas gordas bajo la bandera de que es por salud”, ejemplifica.
La nutrióloga señala que en realidad las personas que manejan esos conceptos no están preocupadas por la salud de la gente de cuerpos grandes; lo que les incomoda es ver sus cuerpos.
“Es un discurso bastante hipócrita porque pocas personas están genuinamente preocupadas por la salud de un desconocido y porque no vemos campañas de desprestigio hacia los fumadores ni contra las personas que no se ponen protector solar o contra las personas que consumen drogas, como sí lo hay hacia las personas gordas”, enfatiza.
Lobatón aconseja que antes de hacer comentarios, memes o bromas discriminatorias con respecto a las personas con sobrepeso, se debe reflexionar en que todos merecemos respeto y reconocimiento, independientemente de nuestro aspecto físico.
“Las personas gordas en nuestra sociedad son abiertamente discriminadas, violentadas, bulleadas. Hay burla abierta de sus cuerpos. ¿Qué impacto tiene esto en la salud social, emocional y metabólica de una persona; el que se esté haciendo una burla constante de su cuerpo en todos lados?”, cuestiona.
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Vivir a dieta es vivir en estrés crónico
Ahora, si crees que vivir a dieta es por tu salud, hay malas noticias. Las dietas afectan la vida, especialmente de las mujeres, a nivel emocional, mental, social y metabólico, explica Lobatón.
“Las dietas son hambrunas autoimpuestas por la sociedad. Estamos promoviendo hambrunas voluntarias; que comamos menos de lo que nuestro cuerpo requiere para poder acceder, temporalmente, a esa delgadez. Está comprobado y documentado en la literatura científica que las dietas no funcionan en el largo plazo y el 95% de las personas que pierden peso lo recuperan, y dos terceras partes suben más de lo que habían bajado”, asegura.
El costo de bajar temporalmente de peso es alto, indica la especialista. A nivel mental y emocional, las dietas son dañinas porque te llevan a estar en constante guerra con tu cuerpo y con la comida; contando calorías, pesando alimentos. Es una vida de constante restricción y sacrificios.
“Las personas sacrifican gran parte de su energía, tiempo y dinero, restringiéndose y sobreejercitándose en el gimnasio para acceder temporalmente a un cuerpo más delgado que les proporcione aprobación social para después perderla nuevamente porque el rebote es casi inminente”, puntualiza.
Pero no solo pega en tu salud mental, también lo hace en tu cuerpo. Subir y bajar de peso constantemente provoca más riesgo de enfermedad porque produce estados de inflamación que condicionan a la enfermedad, explica.
Además, “un estado de hambruna es un estado de estrés; vivir a dieta es vivir en estrés crónico”, afirma. Y el impacto de ese estrés en la salud metabólica también es grande.
Salud en todas las tallas
El objetivo real entonces es estar saludable, dice Raquel Lobatón, quien trabaja bajo el modelo de la Association for Size Diversity and Health(ASDAH), el cual se basa en promover o mejorar la salud en todos los tamaños de cuerpo.
Su plan de trabajo busca que las personas incorporen buenos hábitos alimenticios y está a favor del movimiento corporal y el ejercicio. También promueve que las personas descansen adecuadamente y se alejen de hábitos como el cigarro o el consumo del alcohol en exceso.
“Todas estas conductas nos van a hacer más saludables o nos van a acercar. Van a promover la salud, pero no necesariamente nos van a hacer más delgados y es ahí donde hay que cambiar el chip”, recalca.
Si esta lectura te incomoda, cuestiona tus ideas
Parte del crecimiento a lo largo de la vida es aprender a cuestionar las creencias que has llevado contigo a lo largo del camino; quedarte con las cosas que te sirven y desechar las que no. En la salud y los cuerpos, esto es tan útil como en cualquier otro ámbito.
“Las personas delgadas creen que son delgadas porque se esfuerzan lo suficiente, cuando la mayoría de ellos es por genética. Para ellos, es como decir: ¿Cómo? Yo me esfuerzo tanto y ahora me van a decir que una persona gorda va a acceder a los mismos privilegios que yo sin hacer los esfuerzos que yo hago. Esta persona delgada seguramente no sabe que la persona gorda ha hecho muchos más esfuerzos que ella (para adelgazar)”, explica.
Cuando se habla de privilegios siempre hay escozor. Pero, el privilegio delgado es una realidad. Las personas con cuerpos delgados acceden a mejores trabajos, son más reconocidas, halagadas y tienen mayores oportunidades sociales y económicas.
Un estudio realizado por los investigadores Raymundo Campos, del Colegio de México, y Roy Núñez, de la Universidad de las Américas Puebla, reveló que las mujeres con obesidad ganan 9% menos que las mujeres con cuerpos normativos. Si tienen obesidad severa la cifra aumenta a 16.7 por ciento.
Cambiar la forma en que te relacionas con la comida, con tu cuerpo y cuestionar fuertemente tu sistema de creencias puede ser un primer paso para cambiar las cosas.
“Lo que estamos promoviendo es la salud. Es mucho más fácil cuidar de un cuerpo que amas, que de un cuerpo que odias. Esta cultura, lo que está haciendo es llevarnos a odiar nuestros cuerpos, pensando que odiándolos los vamos a cuidar y no es cierto”, enfatiza.
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